Antes que todo, buenas noches.
Antes de empezar, quiero aclarar que con "hombre" me refiero al humano en general, sin distinción alguna de sexos.
Adán, en La creación de Adán, pintada por Miguel Ángel en la Capilla Sixtina |
Muchas veces nos preguntamos qué somos, de dónde venimos, adónde vamos, etcétera. Y, lógicamente, nos damos cuenta de que estamos muy lejos de responder siquiera la mitad de esas preguntas. Me enfocaré nada más en la primera pregunta, por ahora. Y es que la primera pregunta es la única que hemos podido responder (eso sí, parcialmente).
La idea que se tiene sobre el hombre es que es un ser vivo y mortal, capaz de muchas cosas, debido a su genio e intelecto, pero irremediablemente estúpido. Sí, estúpido. Porque sin importar toda la educación que reciba, o lo precavido que sea, siempre incurrirá en un acto erróneo. Y es esa estupidez, aquella voz que a menudo nos dice "hazlo, tu esposa no te va a descubrir" o "tranquilo, cópiate, que tu maestro no se dará cuenta, el muy imbécil", la que nos hace lo que somos: humanos, hombres. De no ser estúpido, el hombre sería un autómata, un esclavo de su lógica, sin emociones que valga la pena poseer. La estupidez proviene exclusivamente del lado pasional, o emocional, de la mente del hombre. Y cuando cometemos una estupidez, es porque la batalla que se lleva a cabo entre la pasión (lo subjetivo, lo emocional) y la razón (lo lógico, lo objetivo) termina en una victoria de la primera. Pero no siempre el que venza el lado pasional es malo. No me imaginaría una vida en la que no me equivocara, o en la que no fuera capaz de sentir emociones.
Muchos dicen que es la estupidez la que nos caracteriza. Pero yo considero que, aparte de la estupidez, está la ignorancia, que, ojo, no es lo mismo que la estupidez. La ignorancia es simplemente la ausencia de conocimiento. Pero la ignorancia, aunque es parte de nuestra naturaleza, no nos la causamos nosotros. Es una consecuencia de la complejidad de nuestro universo y del paso del tiempo (por ejemplo, que ignoramos aquellos sucesos que no presenciamos y que no fueron escritos o contados).
Y el hombre posee estas dos cosas, estupidez e ignorancia, que son las que le hacen errar. Erramos porque desconocemos algún suceso, o la naturaleza de algo; o porque, peor aún, decidimos ignorar las advertencias de nuestra conciencia, creyendo, estúpidamente, que no nos sucederá nada. Pero el hecho de que el hombre erre no debe ser motivo de desgracia. Debe serlo, sin embargo aquellos errores de gran magnitud. Lo que diferencia a una de la otra es que no es posible reducir la magnitud de nuestra estupidez, sino reducir el número de ocasiones en que las cometemos, mientras que es posible reducir la magnitud de nuestra ignorancia, y por lo tanto la cantidad de ocasiones en que erramos debido a nuestra ignorancia. No nos podemos desprender de ellas, y eventualmente caemos en cualquiera de las dos, o lo que es peor, una combinación de ambas, pero sí podemos minimizar su efecto de manera tal de que no nos causen muchos problemas, o al menos que nos causen problemas de pequeña magnitud, fáciles de manejar.
Soy de los que cree que, por naturaleza, el hombre tiende a ser malo. Aunque se nos enseñe y se nos repita cómo debemos ser y cómo no, siempre habrá ocasiones en que seamos indiferentes, ingratos, interesados, injustos y arrogantes. Y, por más que alguien demuestre no serlo la mayoría del tiempo, lo es. Cae en su humanidad, en su estupidez.
Pero creo además que el hombre, con suficiente educación y valores, puede llegar a minimizar la cantidad de estupideces que cometa a un nivel tal en que no causen mayores dificultades en la vida. Y que, con suficiente conocimiento, puede minimizar la influencia de su ignorancia.
Επιστημη, Episteme, la personificación griega del conocimiento. |
Siempre el hombre ha buscado respuestas. Y una de las mejores cosas de él es su sed de conocimiento y certeza. Una sed que – sabe, pero tal vez elige ignorar – no podrá saciar nunca completamente. Otros hablan de que, además de buscar estas dos cosas, el hombre busca otras, como libertad y justicia. Y es muy probable que siga buscándola hasta el fin de su existencia, porque su naturaleza no le permite poseerlas en su totalidad.
La liberté guidant le peuple, de Eugène Delacroix. |
Quién sabe, tal vez me equivoque. Dicen algunos que el hombre está condenado a ser libre. Pero yo no me arriesgo. Prefiero decir que el hombre está condenado a ser lo que es: hombre.
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